Después de expresar sus propias esperanzas de escapar de la muerte o ser rescatado de la corrupción, el salmista vuelve a la pregunta de Salmo 49:5 y completa la respuesta. No debe temer, por más prósperos y ricos que se vuelvan sus adversarios, porque morirán y, al morir, no podrán llevarse consigo ninguna de sus posesiones.

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