Verso Éxodo 34:33. Y hasta que Moisés terminó de hablar.  El significado del versículo parece ser éste: Cada vez que Moisés hablaba en público con el pueblo, se ponía el velo en la cara, porque no podían soportar mirar el brillo de su rostro; pero cuando entraba en el tabernáculo para conversar con el Señor, se quitaba este velo,  Éxodo 34:34. San Pablo, 2 Corintios 3:7, hace un uso muy importante de las transacciones registradas en este lugar. Representa el resplandor del rostro de Moisés como emblema de la gloria o la excelencia de aquella dispensación, pero muestra que, por muy gloriosa o excelente que fuera, no tenía ninguna gloria cuando se comparaba con la excelencia superior del Evangelio. Así como Moisés era glorioso a los ojos de los israelitas, pero esa gloria fue absorbida y se perdió en el esplendor de Dios cuando entró en el tabernáculo, o fue a encontrarse con el Señor en el monte; así el brillo y la excelencia de la dispensación mosaica son eclipsados y absorbidos en el brillo trascendente o la excelencia del Evangelio de Cristo. Una era la sombra, la otra es la sustancia. Una mostraba el PECADO en su excesiva pecaminosidad, junto con la justicia y la pureza inmaculada de Dios; pero, en sí misma, no hacía ninguna provisión para el perdón o la santificación. La otra muestra a Jesús, el Cordero de Dios, tipificado por todos los sacrificios bajo la ley, eliminando el pecado por el sacrificio de sí mismo, reconciliando a Dios con el hombre y al hombre con Dios, difundiendo su Espíritu a través de las almas de los creyentes, y limpiando los pensamientos mismos de sus corazones por su inspiración, y haciéndolos perfeccionar la santidad en el temor de Dios. La primera parece cerrar el cielo a la humanidad, porque mediante la ley se conocía, no se curaba, el PECADO; la otra abre el reino de los cielos a todos los creyentes. La primera era un ministerio de muerte, la segunda una dispensación de vida. La primera ministraba terror, de modo que hasta el sumo sacerdote tenía miedo de acercarse, el pueblo se retiraba y se mantenía alejado, y hasta Moisés, el mediador de la misma, temía y temblaba en extremo; por la segunda tenemos la audacia de entrar en el santísimo mediante la sangre de Jesús, que es el fin de la ley para la justicia, la justificación, para todo aquel que crea. La primera da una visión parcial de la naturaleza divina; la segunda muestra a Dios tal como es,

"Completamente ornamentado, en toda su ronda de rayos completa".

El apóstol considera además que el velo sobre el rostro de Moisés es emblemático de la naturaleza metafórica de los diferentes ritos y ceremonias de la dispensación mosaica, cada uno de los cuales cubre algún significado o tema espiritual; y que los judíos no levantaron el velo para penetrar en el sentido espiritual, y no miraron el fin del mandamiento, que iba a ser abolido, sino que descansaron en la letra o significado literal, que no confería ni luz ni vida.

Considera también que el velo es un emblema de ese estado de oscuridad intelectual en el que el pueblo judío, por su rechazo del Evangelio, se vio sumido, y del que nunca se ha recuperado. Cuando un judío, incluso en la actualidad, lee la ley en la sinagoga, se pone sobre la cabeza un velo de lana oblongo, con cuatro borlas en las cuatro esquinas, que se llama taled o thaled. Esta es una circunstancia muy notable, ya que parece ser un emblema del velo intelectual al que se refiere el apóstol, que todavía está en sus corazones cuando se lee a Moisés, y que les impide mirar el final de lo que Dios quiso que fuera abrogado, y que ha sido abolido por la introducción del Evangelio. El velo está en sus corazones, e impide que la luz de la gloria de Dios brille en ellos; pero todos nosotros, dice el apóstol, hablando de los creyentes en Cristo, con el rostro abierto, sin ningún velo, contemplando como en un cristal la gloria de Dios, somos transformados en la misma imagen, de gloria en gloria, como por el Espíritu del Señor; 2 Corintios 3:18. Lector, ¿conoces esta excelencia de la religión de Cristo? Antes eras tinieblas; ¿eres ahora luz en el Señor? ¿Estás todavía bajo la letra que mata, o bajo el Espíritu que da vida? ¿Eres esclavo del pecado o siervo de Cristo? ¿Está el velo en tu corazón, o has encontrado la redención en su sangre, la remisión de los pecados? ¿No sabes estas cosas? Entonces que Dios se apiade de ti, te ilumine y te salve.

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