Versículo Ezequiel 21:3 . He aquí, estoy contra ti. ¡Noticias pésimas! Cuando Dios está contra nosotros , ¿quién puede estar por nosotros ?

Y desenvainaré mi espada. Guerra.

Y cortaré de ti. La tierra de Judea.

Los justos y los malvados. Todos serán alejados de ti. Algunos serán cortados - removidos por la espada; serán muertos en batalla, o por la peste; y algunos serán cortados - morirán por el hambre; y algunos serán cortados - removidos de la tierra por el cautiverio. Ahora bien, entre estas dos últimas clases podría haber muchos justos, así como impíos. Y cuando todas las provisiones fueron consumidas, de modo que no hubo más pan en la ciudad, durante el sitio de Nabucodonosor, los justos debieron haber sufrido tanto como los impíos; porque no podían ser preservados vivos, sino por milagro, cuando no había pan; ni su perecer por falta fue ninguna pérdida para ellos, porque el Señor los llevaría directamente a su gloria. Y por más que los hombres en general se resistan a morir, no hay ni puede haber ningún caso en que alguien se queje de haber llegado al cielo demasiado pronto. Además, si Dios hubiera permitido que nadie fuera llevado cautivo excepto los malvados, el caso de éstos sería totalmente desesperado, ya que no habría nadie que diera buen ejemplo, predicara el arrepentimiento, reprendiera el pecado o mostrara la disposición de Dios a perdonar a los pecadores. Pero Dios, en su misericordia, permitió que muchos de los justos también fueran llevados, para que los impíos no fueran totalmente abandonados, o puestos fuera del alcance de ser salvados. De ahí que tanto Ezequiel como Daniel, y muchos otros profetas y hombres justos, fueran separados de la tierra y llevados al cautiverio. Y ¡cuánto se promovió con ello la gloria de Dios y el bien de los hombres! ¡Cuánta semilla de salvación se sembró, incluso en los países paganos, al cortar así a los justos con los impíos! A esto debemos, bajo Dios, muchos de los Salmos, todo el Libro de Ezequiel, todas las profecías de Daniel, el brillante ejemplo de Sadrac, Mesac y Abed-nego, los decretos aprobados en favor de la religión del verdadero Dios por Nabucodonosor, Ciro, Darío, etc. Y a esta dispensación de la misericordiosa providencia de Dios debemos los Libros y el ejemplo de Esdras y Nehemías. ¿Dónde está, pues, la injusticia, tan clamorosamente denunciada, de que Dios cortara así de la tierra de Judea a los justos con los impíos? Los justos no fueron eliminados por los crímenes de los malvados (ver Ezequiel 18:20,) ni estos crímenes recayeron sobre ellos; sin embargo, varios de ellos compartieron la calamidad común, pero ninguno pereció. Los que fueron eliminados por una muerte violenta (y creo que encontraremos pocos así) obtuvieron una entrada más rápida en la gloria eterna.

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