Verso Hechos 11:23Había visto la gracia de Dios... Es decir, había visto los efectos producidos por la gracia de Dios. Por la gracia de Dios debemos entender:

1. Su favor.

2. Las manifestaciones de ese favor en la comunicación de las bendiciones espirituales. Y,

3. Principios de luz, vida, santidad, etc., que producen efectos demostrativos de las causas de las que surgieron.

Bernabé vio que estas personas eran objeto de la aprobación divina, que eran abundantemente bendecidas y edificadas juntas como Iglesia cristiana; y que habían recibido influencias especiales de Dios, por su Espíritu morador, que eran para ellos incentivos para la fe, la esperanza y el amor, y también principios de conducta.

Se alegró... No envidió porque Dios había bendecido los trabajos de otros siervos de su Maestro, sino que se regocijó al ver que la obra de salvación era llevada a cabo por los instrumentos que Dios eligió y se dignó usar. Los que no pueden alegrarse de la conversión de los pecadores, porque no han sido el medio de ella, o porque tales convertidos o sus ministros no tienen precisamente los mismos puntos de vista de ciertas doctrinas que ellos mismos tienen, muestran que tienen poco, si es que tienen algo, de la mente que estaba en Cristo, en ellos.

Con propósito de corazón querían adherirse al Señor... Estos conversos habían comenzado bien; deben continuar y perseverar: Dios les dio la gracia, el principio de la vida y de la acción; les correspondía usarla. Si no lo hacían, el don se reanudaría. Bernabé sabía muy bien que debían tener la gracia de Dios en ellos para poder hacer algún bien; pero también sabía que el hecho de que estuviera en ellos no implicaba necesariamente que tuviera que continuar allí. Dios le había enseñado que si no eran obreros junto con esa gracia, la recibirían en vano; es decir, no se cumpliría el fin para el que fue dada. Por tanto, les exhortó, τηπροθεσειτηςκαρδιας, con determinación de corazón, con propósito y resolución fijos, que se adhirieran al Señor, προσμενειντωκυριω, que permanecieran con el Señor; que continuaran en unión y comunión con él; que fueran fieles en guardar su verdad, y obedientes en la práctica de la misma. Ser cristiano es estar unido a Cristo, ser de un mismo espíritu con él: seguir siendo cristiano es continuar en esa unión. Es absurdo hablar de ser hijos de Dios, y de una perseverancia absoluta y definitiva, cuando el alma ha perdido su unión espiritual. No hay perseverancia sino en la adhesión al Señor: quien en sus obras lo niega, no se adhiere a él. Tal persona no es de Dios; si alguna vez tuvo la salvación de Dios, la ha perdido; está caído de la gracia; ni hay una palabra en el libro de Dios, justa y honestamente entendida, que diga que tal persona se levantará absoluta e inevitablemente de su caída.

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