Verso Juan 5:47Pero si no creéis en sus escritos... Si no los tomáis a conciencia - si no sacáis de ellos las conclusiones que su misma letra, así como su espíritu, os autorizan a sacar, ¿cómo vais a creer en mis palabras, contra las que habéis adoptado el prejuicio más infundado? No es de extrañar que encontremos a los judíos todavía en la hiel de la amargura, y en el vínculo de la iniquidad: como no creen a Moisés y a los profetas, en referencia al Mesías, no es de extrañar que rechacen a Cristo y a los apóstoles. Hasta que no vean y reconozcan, por la ley y los profetas, que Cristo debe venir, nunca creerán en el Evangelio. San Pablo dice, en 2 Corintios 3:15, que incluso hasta el día de hoy, cuando se lee Moisés (es decir, la ley), el VELO está en sus corazones: - de modo que no ven hasta el final de lo que está abolido: 2 Corintios 3:13. Tampoco se les quitará este velo hasta que se vuelvan del lucro mundano y del ateísmo (que parece ser su sistema general) al Señor, 2 Corintios 3:16 y entonces la luz de la gloria de Dios brillará sobre ellos en el rostro (por la mediación y los méritos) de Jesucristo.

Parece que este discurso de nuestro Señor había confundido eficazmente a estos judíos, porque se fueron sin responder, una prueba manifiesta de que no tenían nada que decir.

1. En todas las épocas de su historia, los judíos fueron un pueblo incrédulo y desobediente: tal vez fue por este motivo que Dios los eligió por primera vez para ser guardianes de sus testimonios; pues si no hubieran tenido las pruebas más incontrovertibles de que Dios hablaba, no habrían creído ni conservado sus palabras.

Su incredulidad es, por tanto, una prueba nada despreciable de la autoridad divina de la ley y los profetas. Los apóstoles, que eran todos judíos, participaban profundamente del mismo espíritu, como lo demuestran varios lugares del Evangelio; y, si no hubieran tenido la más completa evidencia de la divinidad de su Maestro, no habrían creído, y mucho menos habrían sellado la verdad con su sangre. Así, su incredulidad es una prueba contundente de la autenticidad del Evangelio.

2. Cuando un hombre, por prejuicio, fanatismo o malevolencia, está decidido a no creer, tanto la evidencia como la demostración se pierden para él: es incapaz de convencer, porque está decidido a no ceder. Este fue, este es, el caso de los judíos - hay hechos ante sus ojos suficientes para convencerlos y confundirlos; pero han hecho un pacto con la incredulidad, y por lo tanto continúan ciegos, ignorantes y malvados; cerrando obstinadamente sus ojos contra la luz; y así la ira de Dios viene sobre ellos hasta el extremo. Pero, ¿no se juzgará al cristiano rebelde y malvado digno de mayor castigo? Ciertamente: porque profesa creer en esa verdad que es capaz de hacerle sabio para la salvación, por la fe en Jesucristo. Lector, ¡es terrible jugar con el Evangelio! - El Dios del mismo es puro, celoso y santo. Acércate a él e implora el perdón de tus pecados pasados, para que tengas vida eterna.


 
 

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