Verso 26. Que éste es el mismísimo Cristo... En la mayoría de las ediciones impresas comunes se encuentra αληθως, el MUY Cristo; pero la palabra falta en la BDKLTX, en otras veintidós, en varias ediciones; en todas las árabes, en el persa de Wheelock, en el copto, en el sahídico, en el armenio, en el eslavo, en la Vulgata y en todas las Itala menos una, en Orígenes, Epifanio, Cirilo, Isidoro, Pelusio y Nonnus. Grotius, Mill, Bengel y Griesbach se pronuncian en contra. El obispo Pearce dice: Soy de la opinión de que este segundo αληθως, en este verso, debe omitirse, pues parece bastante innecesario, si no inexacto, cuando las palabras αληθως εγνωσαν, acaban de precederlo.

Calmet observa que la multitud que escuchó a nuestro Señor en este momento estaba compuesta por tres clases diferentes de personas:

1. Los gobernantes, sacerdotes y fariseos, enemigos declarados de Cristo.

2. Los habitantes de Jerusalén, que conocían los sentimientos de sus gobernantes respecto a él.

3. Los forasteros, que de diversas partes habían subido a Jerusalén para la fiesta, y que oían atentamente a Cristo, ignorando los designios de los jefes, etc., contra él.

Nuestro Señor se dirige en este discurso principalmente a sus enemigos. Los judíos extraños eran los que se asombraron cuando Cristo dijo, Juan 7:20, que procuraban matarlo, no teniendo ellos tal designio, y sin saber que otros lo tenían. Y los judíos de Jerusalén eran los que, conociendo la disposición de los gobernantes, y viendo que Cristo hablaba abiertamente, sin que nadie intentara apresarlo, se dirigieron los unos a los otros con las palabras anteriores: ¿Saben acaso los gobernantes que éste es el Cristo? imaginando que los jefes de los sacerdotes, etc., se habían convencido por fin de que Jesús era el MESÍAS.

 

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad