Verso Levítico 1:16. Arrancaron su buche y sus plumas.  En este sacrificio de aves se arrancaba violentamente la cabeza, se derramaba la sangre, se arrancaban las plumas, se abría el pecho y se sacaba el buche, el estómago y los intestinos, y luego se quemaba el cuerpo. Aunque el ave se partía, no se dividía. Esta circunstancia se observa particularmente en el sacrificio de Abram, Génesis 15:10. Ver Ainsworth.

Ya hemos visto, en Levítico 1:2,

 que se pueden hacer holocaustos al Señor de cuatro clases de animales.

1. Ganado limpio, como toros, bueyes, vacas y terneros.

2. Cabras, cabras y cabritos.

3. Carneros, ovejas y corderos.

4. Palomas y tórtolas; y en un caso, el de la purificación del leproso, gorriones o alguna ave pequeña.

Todos ellos debían ser sin mancha ni defecto, los más perfectos de sus respectivas clases, y ser consumidos totalmente por el fuego. Los RICOS debían traer los más costosos; los POBRES, los de menor precio. Incluso en esta exigencia de justicia, ¡cuánta misericordia se mezclaba! Si un hombre no podía traer un buey o una novilla, una cabra o una oveja, que trajera un ternero, un cabrito o un cordero. Si no podía traer ninguno de ellos a causa de su pobreza, que trajera una tórtola o un pichón de paloma,  (ver Levítico 5:7);  y parece que en casos de extrema pobreza, incluso un poco de harina o harina fina era aceptada por el generoso Señor como una oblación suficiente; ver Levítico 5:11.  Esto puso los beneficios del servicio de sacrificio al alcance de los más pobres entre los pobres; ya que podemos dar por sentado que toda persona, por muy baja que sea su situación, puede ser capaz de proporcionar la décima parte de un efa, unos tres cuartos de harina, para hacer una ofrenda por su alma al Señor. Pero cada hombre debía traer algo; la ley se rebajaba a las circunstancias más bajas del pueblo más pobre, pero todo hombre debía sacrificar, porque todo hombre había pecado. Lector, ¿qué clase de sacrificio traes a Dios? A Él entregas todo tu cuerpo, tu alma y tus bienes; ¿están todos ellos consagrados a su servicio? ¿O tiene él los desechos de tu tiempo, y loa totalidad de tu entrega? Dios te exige que te sacrifiques según te haya bendecido su providencia. Si tienes mucho, debes dar generosamente a Dios y a los pobres; si tienes poco, procura dar de ese poco. La justicia de Dios exige una medida de lo que su misericordia ha concedido. Pero recuerda que, como has pecado, necesitas un Salvador. Jesús es ese cordero sin mancha que ha sido ofrecido a Dios por el pecado del mundo, y que tú debes ofrecerle por tu pecado; y sólo por medio de él puedes ser aceptado, aun cuando dediques todo tu cuerpo, alma y espiritu a tu Hacedor. Incluso cuando nos presentamos como un sacrificio vivo a Dios, somos aceptados por él, que llevó nuestros pecados y soportó nuestros dolores. Gracias a Dios, los ricos y los pobres tienen igual acceso a él por medio del Hijo de su amor, e igual derecho a reclamar los beneficios del gran sacrificio.

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