Verso Levítico 3:17. Que no comáis grasa ni sangre.  No es probable que la grasa sea prohibida de la misma manera y en la misma latitud que la sangre. La sangre era la vida de la bestia, y se ofrecía para hacer una expiación por sus almas; en consecuencia, ésta nunca se comía en todas sus generaciones: pero era imposible separar la grasa de la carne, que en muchas partes está tan íntimamente mezclada con las fibras musculares; pero la sangre, al estar contenida en vasos separados, las arterias y las venas, podía eliminarse con gran facilidad cortando la garganta del animal, que era el método judío. Por la grasa mencionada aquí y en el verso anterior, podemos entender cualquier grasa que existe en un estado separado o no mezclado, como el epiplón o el callo, la grasa del mesenterio, la grasa de los riñones, y cualquier otra cosa de la grasa interna era fácilmente separable, junto con la totalidad de la cola ya descrita. Y probablemente sólo era ilegal comer la grasa de los animales que se ofrecían a Dios en sacrificio.

Como todas las bendiciones temporales, así como las espirituales, provienen de Dios, éste tiene derecho a exigir que se dediquen a su servicio las que considere oportunas. Exigió los más perfectos de todos los animales, y las mejores partes de estos animales perfectos. Esto lo hizo, no porque necesitara algo, sino para mostrar la perfección de su naturaleza y la pureza de su servicio. Si hubiera condescendido a recibir los animales más insignificantes y las partes más insignificantes de los animales como sus ofrendas, ¿qué opinión podrían haber tenido sus adoradores de la perfección de su naturaleza? Si tales ofrendas imperfectas eran dignas de este Dios, entonces su naturaleza debe ser sólo digna de tales ofrendas. Es necesario que cada cosa empleada en el culto a Dios sea la más perfecta de su clase que el tiempo y las circunstancias puedan permitir. Como las cosas sensibles son generalmente el medio a través del cual se producen las impresiones espirituales, y la impresión suele participar de la naturaleza del medio a través del cual se comunican estas impresiones; por lo tanto, todo debe ser no sólo decente, sino, en la medida en que las circunstancias lo permitan, digno, en el culto a Dios: el objeto del culto religioso, el lugar en el que se le adora, y el culto mismo, deben tener la correspondencia más fuerte e impresionante posible.

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