Versículo 8. No te regocijes contra mí, oh enemigo mío. Los israelitas cautivos son presentados como hablantes aquí y en el versículo anterior. El enemigo son los asirios y caldeos; la caída es su idolatría y consiguiente cautiverio; la oscuridad, las calamidades que sufrieron en ese cautiverio; su resurrección y luz, su restauración y consiguiente bienaventuranza.

Alegrarse por la caída o las miserias de cualquier hombre, delata un espíritu maligno. He conocido varios casos en que personas que profesaban tener un credo muy puro y cristiano, habiendo sido infieles y caído en pecado, sus oponentes, que tenían un credo muy impuro y anticristiano, se han regocijado con "¡Ja, ja! así lo queremos!" y han mostrado su malignidad más plenamente, dando toda la publicidad y circulación posibles a tales relatos. Tal vez a los ojos de Dios esto fue peor que la caída del pobre infeliz, en la que se regocijaron por haber tenido lugar en alguien que sostenía un credo diferente al suyo. Pero éstos se levantaron de nuevo de su caída, mientras que aquellos bufones de la santidad continuaron en la hiel de la amargura y en los lazos de la corrupción interior.

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