SALMO CXVIII

Exhortación general a alabar a Dios por su misericordia, 1-4.

El salmista, por su propia experiencia, anima al pueblo 

a confiar en Dios, y les muestra las ventajas de ello, 5-9;

luego describe a sus enemigos, y muestra cómo Dios le permitió

destruirlos, 10-13.

El pueblo se regocija por el relato, 15, 16.

Vuelve a hablar de la ayuda que recibió del Señor, y

desea ser admitido en el templo, para poder entrar y

alabar al Señor, 17-19.

Se abre la puerta, 20.

Ofrece una alabanza, 21.

Los sacerdotes,  reconocen la mano del Señor en la

liberación, 22-24.

El salmista ora por la prosperidad, 25.

El sacerdote ejerce su oficio, bendice al pueblo y 

todos se unen en la alabanza, 26, 27.

se unen en la alabanza, 26, 27.

El salmista expresa su confianza, 28.

La doxología general, o coro, 29.

 

NOTAS SOBRE EL SALMO CXVIII

Lo más probable es que David fuera el autor de este salmo, aunque muchos piensan que fue escrito después del cautiverio. Tiene el espíritu de David, y en todas partes muestra la mano de un maestro. El estilo es grandioso y noble, y el tema, majestuoso.

El Dr. Kennicott, que une este salmo con el ciento diecisiete, considera el conjunto como un diálogo, y lo divide en consecuencia. La totalidad del ciento diecisiete la da al salmista como parte primera, con los cuatro primeros versos del ciento dieciocho. La segunda parte, que va desde el quinto verso hasta el vigésimo primero inclusive, se la da al Mesías. La tercera parte, que va del verso veintidós al veintisiete, se la da al coro. Y la cuarta parte, los versos veintiocho y veintinueve, se la da al salmista. Del conjunto ha dado una versión mejorada.

El obispo Horsley es aún diferente. Considera que el Salmo ciento diecisiete es sólo el exordio de éste. Todo el poema, afirma, es un canto procesional triunfal. La escena transcurre en la puerta principal del templo. Ante ella aparece un conquistador con su séquito, que exige ser admitido para agradecer su liberación y éxito final, en una expedición de gran dificultad y peligro. El conquistador y su séquito cantan el Salmo ciento diecisiete, y los primeros cuatro versos del ciento dieciocho, mientras avanzan hacia la puerta del templo, de esta manera. - El Salmo ciento diecisiete, coro de toda la procesión. El primer verso del Salmo ciento dieciocho, Una sola voz. El segundo, Otra voz única. La tercera, Una tercera voz única. La cuarta, Coro de toda la procesión. Al llegar a la puerta del templo, el conquistador canta solo los versos quinto, sexto y séptimo. El octavo y el noveno son cantados por su séquito en coro. El conquistador, de nuevo solo, canta los versos décimo, undécimo, duodécimo, decimotercero y decimocuarto. Su séquito, a coro, canta los versos decimoquinto y decimosexto. El conquistador canta solo los versos decimoséptimo, decimoctavo y decimonoveno. El vigésimo lo cantan los sacerdotes y levitas de dentro, a coro. El vigésimo quinto por el conquistador solo dentro de las puertas. El vigésimo sexto, por los sacerdotes y levitas a coro. El vigésimo séptimo, por el tren del conquistador en coro. El vigésimo octavo, por el conquistador solo. El vigésimo noveno, por el coro unido de sacerdotes y levitas, y el tren del conquistador, todo dentro de las puertas. "Ahora", añade el docto obispo, "el templo judío era un tipo del cielo; los sacerdotes de dentro representan la hueste angélica que asiste alrededor del trono de Dios en el cielo; el Conquistador es el Mesías; y su tren, los redimidos". Sobre esta distribución el obispo ha dado una nueva versión. La simple distribución en partes, que he dado en el contenido, es, en mi opinión, la mejor. Por muy ingeniosos que sean el Dr. Kennicott y el obispo Horsley, me parecen demasiado mecánicos. Este es el último de los salmos que forman el gran hallel, que los judíos cantaban al final de la pascua.

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