4. Las hijas de Zelofehad, anunciada la muerte de Moisés y su sucesor

Capitulo 27

1. Las hijas de Zelofehad ( Números 27:1 )

2. Se anuncia la muerte de Moisés y su petición ( Números 27:12 )

3. Josué nombrado ( Números 27:18 )

La cuestión de las hijas de Zelofehad se refería a su herencia. Su padre había muerto en el desierto y no había hijos. Esperaban y reclamaban una posesión entre los hermanos de su padre. Contaban plenamente con el Señor y Su bondad, aunque su caso no fue resuelto por las instrucciones anteriores. “Es imposible que Dios sea como un hombre pobre que dice: 'Esperas más bien del que estoy dispuesto a otorgar.

Dios no podría dar una respuesta así. Siempre da más. Cualquiera que sea la petición de fe, la respuesta de la gracia nunca deja de ir más allá ". La respuesta que se le dio a Moisés fue que seguramente iban a recibir su herencia.

Jehová anuncia la partida de Moisés. No puede cruzar el Jordán a causa de su pecado. Pero el Señor amablemente le permite ir a la montaña y ver la tierra prometida en toda su gloria. Hermosa es la respuesta de Moisés a Jehová. No habla de sí mismo, ni piensa en su propio interés. El pueblo de Dios y su necesidad están en su corazón. Si se cuidan de ellos, él está satisfecho y contento con su propia suerte.

¡Qué bendito espíritu de generosidad manifestó! Josué es el sucesor designado, quien guiará al pueblo a la tierra como Moisés lo había sacado de Egipto. Moisés y Josué son ambos tipos de Cristo. El versículo 21 es la clave para comprender el significado típico. "Y él (Josué) estará delante de Eleazar, el sacerdote, quien le pedirá consejo". El sacerdocio de Aarón, como aprendimos en Éxodo y Levítico, es el tipo de Cristo en Su obra de sacrificio en la cruz.

Eleazar, su sucesor, tipifica la resurrección: el sacerdocio celestial de Cristo. Moisés es en diferentes formas el tipo de Cristo, como hemos visto en su carácter oficial y personal; Josué es el tipo de Cristo en Espíritu, que actúa en Su pueblo por el Espíritu Santo. Por tanto, Josué tiene que presentarse ante el sacerdote Eleazar. Tenía, por así decirlo, que depender de Eleazar, ya que la obra del Espíritu Santo en el creyente depende del sacerdocio de Cristo en gloria.

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