Pero no debiste haber mirado el día de tu hermano, el día en que se hizo extranjero; ni debiste haberte regocijado por los hijos de Judá en el día de su destrucción; ni debiste haber hablado con orgullo en el día de la angustia.

(i) Cuando el Señor los privó de su anterior dignidad y los entregó para ser llevados al cautiverio.

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