Oh Señor, escucha; Oh Señor, perdona; Oh Señor, escucha y haz; Dios mío, no te detengas, porque tu ciudad y tu pueblo son llamados por tu nombre.

(o) Por tanto, no podía contentarse con ninguna vehemencia de palabras, porque estaba guiado con un celo ferviente, considerando la promesa de Dios hecha a la ciudad con respecto a su Iglesia, y para el avance de la gloria de Dios.

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