Así que el espíritu me levantó y me llevó, y (e) fui en amargura, en el ardor de mi espíritu; pero la mano del SEÑOR fue fuerte sobre mí.

(e) Esto muestra que siempre hay una flaqueza de la carne que nunca puede estar lista para rendir plena obediencia a Dios, y también la gracia de Dios que siempre ayuda a los suyos y vence sus afectos rebeldes.

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