Oíd, pues, la palabra del SEÑOR, oh mujeres, y reciba vuestro oído la palabra de su boca, y enseñe a sus hijas el llanto, y cada una a su prójimo el lamento.

(p) Se burla de la superstición de las mujeres que hicieron del duelo un arte y enseñaron a llorar con lágrimas fingidas.

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