Detengámonos en esta visión de Natán, solo para observar cuán delicioso parece el carácter de un fiel ministro de Cristo, siempre dispuesto a ayudar a promover las piadosas intenciones de su pueblo. Natán concluyó que este pensamiento de David debe (como sin duda lo hizo) haber surgido de la influencia de la gracia del Espíritu del Señor sobre la mente. Y aunque Natán no había ido a pedir consejo a Dios en un trono de gracia, antes de dar una respuesta (que sin duda habría sido más sabia), el profeta no se equivocó en su conclusión de que Dios estaba con él.

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