CONTENIDO

Este es un capítulo muy interesante, ya que nos presenta una entrevista llena de gracia entre el Señor y su siervo David, en el trono de la gracia. David sintió que su corazón lo impulsaba a construir una casa para Dios. Tiene prohibido hacerlo, pero se le dice que lo hará su hijo. El capítulo se cierra con su oración y acción de gracias.

1 Crónicas 17:1

Antes de entrar en este capítulo, le ruego que le haga una premisa al lector, que como el contenido del mismo, casi literalmente, ha sido comentado antes, en 2 Samuel 7:1 ; No volveré a repasar las mismas observaciones que se ofrecieron allí. Por tanto, remito al lector a esa parte de nuestro volumen. Pero como el capítulo es extraordinariamente bello y nos abre un vasto fondo de las más dulces mejoras, ruego llamar la atención del lector sobre varias consideraciones interesantes que surgen de él, además de las que se proponen allí.

Este primer versículo, de lo que pasó por la mente de David, puede servir para enseñar a las almas bondadosas cuán evidente es que el Señor Jesús, por las dulces influencias de su Espíritu, les está sugiriendo con frecuencia pensamientos divinos. ¿No podemos tú y yo, hermano mío, encontrarlo en nuestra propia experiencia? ¿Me ha llevado el Señor por mi camino como lo había hecho con David? ¿Me ha bendecido con diversas misericordias? ¿Y no sentiré yo, mientras estoy sentado en mi casa de la provisión de Dios, mi alma a veces sacada a contemplar la misericordia? ¿Puede alguna historia ser tan dulce e interesante como la propia historia de un hombre, cuando está capacitado para mirar atrás y rastrear la bondad, la misericordia y la gracia siguiéndolo todos los días de su vida? Y en tales ocasiones, ¿qué debería seguir el resultado de un corazón rebosante de un sentido de misericordia? una taza rebosando; que, pero sentirme como David, ¿Un deseo de que se cumpla todo lo que pueda promover la gloria de Jesús? ¿Pertenezco realmente a Jesús y no participaré en todo lo que concierne a Jesús? ¿Me sentaré en mi casa con serenidad y veré la casa de mi Dios en ruinas? ¿Debo preocuparme más de que mi casa, mi familia y mis hijos sean grandes, que ver prosperar la casa de Jesús y sus hambrientos llenos de pan? ¡Lector! ¿Qué dice tu corazón a estas preguntas? ¿Quieres que te diga lo que siento? Si me sonrojo mientras escribo estas líneas, ¿es por pensar con qué misericordias de mi Dios generoso he recompensado con gratitud? Qué poco he hecho por él y sus seres queridos, que tanto ha hecho por mí y por los míos. Y si mis ojos se desbordan (como en verdad lo hacen mientras mi pluma avanza) es en el recuerdo del amor de Jesús y de mi frialdad.

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