REFLEXIONES

¡HE AQUÍ, Lector! cómo los amonitas fueron abatidos con trillos de hierro y con hachas. Una viva representación de lo mal que les irá a los enemigos de nuestro David espiritual, cuando sean puestos bajo su dominio. Porque la rodilla que no se doble al cetro de su gracia, bajo la barra de hierro de su justicia será quebrada. ¡Oh! por la gracia de besar al Hijo, no sea que se enoje con los pecadores sin humillación, por su larga oposición a la palabra de su evangelio, y perezcan del camino recto. Si se enciende su ira, aunque sea un poco, bienaventurados todos los que en él confían.

Permítanme contemplar, en la corona de Ammón puesta sobre la cabeza de David, con todas las piedras preciosas en ella, el presagio seguro de que nuestro Jesús debe ser coronado incluso en presencia de sus enemigos. Y los que no quisieran que este hombre glorioso, Jesucristo, reine sobre ellos, serán llevados ante él para destrucción. ¡Sí! ¡Tú, precioso Jesús! tu pueblo te verá como te vio el amado Apóstol, en tu cabeza muchas diademas.

La corona de tu Divinidad eterna; la corona de tu reino Mediatorial. La corona de la victoria sobre todos tus enemigos. La corona de redención para cada pobre pecador que has traído a tu reino. Y querido Señor, en medio de tantas coronas, ¿no habrá una más conspicuamente grande e ilustre como parecerá a mis ojos, y en lo que respecta a mi redención, la corona que yo, un pobre pecador rescatado y merecedor del infierno, hago? ahora con gozo inefable y lleno de deleite, ponte sobre tu sagrada cabeza, al atribuir la totalidad y cada parte, de principio a fin, de mi redención del pecado y de Satanás, mi propio corazón terriblemente malvado y un mundo de maldad por todas partes. ¡A ti, mi glorioso, misericordioso y omnipotente Redentor, Jesús! porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre me redimiste para Dios.

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