REFLEXIONES

¡LECTOR! mientras usted y yo nos detenemos en el relato que aquí se da del celo de David por la casa del Señor, y contemplan con qué generosidad y grandeza de mente preparó su plata y su oro, para el servicio de Aquel, de quien recibió y a quien debía todo lo que tenía: mientras le brindamos el debido respeto y alabanza a David, consideremos debidamente a qué servicios más nobles somos llamados bajo una dispensación del evangelio, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptables a Dios en Jesucristo.

Plata y oro (que digan muchas almas preciosas, con el Apóstol), no tengo ninguno, pero lo que tengo, lo ofrecería al Señor. ¡Oh! querido Jesús! eres tú quien has hecho a todos tus seguidores reyes y sacerdotes para Dios y el Padre. Por ti, por tanto, ofreceríamos continuamente el sacrificio de alabanza a Dios, es decir, el fruto de nuestros labios dando gracias a su nombre. Y mientras contempla la vasta preparación del templo de Salomón, en el oro, la plata, la madera y las piedras, piense en la vasta y larga preparación desde la fundación del mundo, para la presentación de Aquel a quien ese templo representaba.

¡Oh! ¡Bendito Jesús! dame para meditar continuamente con éxtasis y deleite en ese amor tuyo en el cual Dios nuestro Padre puso el fundamento de nuestra felicidad eterna y formó el templo de tu cuerpo con el expreso propósito de la salvación. Aquí estaba la misericordia construida para siempre. Aquí había un templo ciertamente formado para la eternidad, en el que todos los tuyos, estando incorporados, serían reyes y sacerdotes para siempre.

Y cuando el templo de tu cuerpo, por el sacrificio de ti mismo fue destruido, de acuerdo con el determinado consejo y el conocimiento previo de Dios, tú, por tu propio poder, de acuerdo con tu propia predicción, lo resucitaste al tercer día. Haznos, bendito Jesús, todos los que somos tu pueblo, haz de nosotros, como has prometido, columnas en tu templo; edificada sobre el mismo fundamento que los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo; ¡y en quien todo el edificio se enmarca adecuadamente! podemos crecer hasta ser un templo santo en el Señor, para habitación de Dios, por medio del Espíritu.

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