REFLEXIONES

¡LECTOR! Es un dulce pensamiento, en la contemplación de lo que aquí se registra de las tribus de Judá y de Simeón, recordar que Dios es el Dios de todas las familias de Israel, tanto entonces como ahora y por siempre. Sí, bendito Señor Dios, Jehová, has amado con amor eterno, y no cambias; por tanto, los hijos de Jacob no son consumidos. Y ¡oh! Cuán glorioso es ver la seguridad eterna de este amor fundada en la persona y establecida en la perfecta obediencia, justicia y salvación de tu amado Hijo, el Señor Jesucristo.

¡Lector! aprendamos, en el carácter y la conducta de Jabes, esas dulces lecciones que, en el sentido del Evangelio y con la mirada puesta en Jesús, se nos brinda en su ejemplo. Es poco lo que se dice de Jabes, pero eso abre una gran mejora. Aunque más honorable que sus hermanos, aunque tan notable por su piedad, tan firme en su confianza en un Dios del pacto, ¿cuán breve es la relación de él entre los hombres? ¡Cuán delicioso es el pensamiento en el pecho del creyente, cuya vida está escondida con Cristo en Dios! ¡No obstante lo desconocido, desapercibido, desapercibido por el mundo, pero eternamente seguro y eternamente feliz en Jesús! Jabes no oró a un Dios desconocido; no a alguien que no esté seguro de oír y de responder; sino al Dios de Israel, un Dios en pacto con sus escogidos desde la eternidad.

¿Y cuál fue la carga de la oración de Jabes, oh! que me bendigas (dijo él) en verdad; que ensanches mi costa; para que tu mano esté conmigo; para apartarme del mal, para que no me entristezca. ¿Y no es esta una oración del evangelio en Jesús? ¿Qué es ser verdaderamente bienaventurado, sino que nuestros pecados sean cancelados en la sangre de Cristo? Porque, ¿cómo podré ser verdaderamente bendecido hasta que mis pecados sean perdonados y hasta que tenga redención en la sangre de Jesús, según las riquezas de la gracia de Dios? ¿Cómo se ensanchará mi territorio, hasta que Cristo me haga libre, y ensanche mi corazón, mi boca y mis labios para alabanzas de su nombre? ¿Y cómo seré guardado y asegurado eternamente en esta libertad, a menos que el que perdona todavía sostiene, el que redime sigue conservando, y el que santifica todavía resplandece sobre mí? y no quita de mí su Santo Espíritu? ¡Oh Señor! ¡Tú que escuchaste y respondiste la oración de Jabes, escúchame y concede mi pedido por todas estas bendiciones espirituales en Jesús! Bendíceme, Dios mío, y hazme verdaderamente feliz, haciéndome todo lo que quieres que sea en Jesús; para que sea mi porción, mi esperanza, mi gozo, mi vida, mi salvación, en el tiempo y por toda la eternidad.

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