REFLEXIONES

¡LECTOR! no se apresure a pasar por alto la perspectiva que ofrece este capítulo de la gracia distintiva, en la eliminación del honor de la primogenitura de Rubén para transferirlo a José, y colocando a Judá por encima de toda la casa de su Padre. Evidentemente aquí se cumplió la bendición del Patriarca agonizante, cuando dijo: ¡Judá! tú eres aquel a quien tus hermanos alabarán, y los hijos de tu padre se postrarán ante ti.

Pero ¡oh! Cuán dulce y preciosa es esta vista de la familia de Israel, cuando se contempla con los ojos puestos en Cristo. En verdad, bendito Jesús, tú eres aquel a quien tus hermanos alabarán; porque ante ti se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará que eres Señor para gloria de Dios Padre.

¡Lector! que tú y yo busquemos la gracia, para que no establezcamos nuestro descanso a este lado del Jordán, como los rubenitas y los gaditas. ¡No! Querido Señor Jesús, eres tú quien eres el reposo, con el cual harás descansar a los cansados, y tú eres nuestro único refrigerio. Sé tú, Señor, mi reposo, mi gozo y mi porción para siempre.

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