(5) Y he aquí, Saúl salió del campo tras las vacas; y Saúl dijo: ¿Qué le pasa al pueblo que llora? Y le dieron la noticia de los hombres de Jabes. (6) Y el Espíritu de Dios descendió sobre Saúl cuando oyó estas nuevas, y su ira se encendió en gran manera. (7) Y tomando una yunta de bueyes, los cortó en pedazos y los envió por todo el territorio de Israel por mano de mensajeros, diciendo: Cualquiera que no salga en pos de Saúl y de Samuel, así se hará con sus bueyes. Y el temor de Jehová cayó sobre el pueblo, y salieron con un consentimiento.

Aquí vemos el efecto de lo que se dijo en un capítulo anterior, acerca de Saulo, que debería convertirse en otro hombre. Aunque se había retirado, después de su elección para ser rey, a la casa de su padre, solo esperó la oportunidad de testificar que había cambiado. Pero le ruego al lector que observe, tanto lo que se dice de Saulo en estos versículos como lo que se dice del pueblo, que todo está atribuido al Señor. Fue el Espíritu del Señor lo que lo despertó; y fue de la misma fuente, que puso su miedo en la gente. ¡Precioso en todos los casos, rastrear nuestras misericordias hasta la fuente!

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