(13) Vino luego Samuel a Saúl, y Saúl le dijo: Bendito seas tú del SEÑOR; he cumplido el mandamiento del SEÑOR. (14) Y Samuel dijo: ¿Qué significa, pues, este balido de las ovejas en mis oídos, y el mugido de los bueyes que oigo? (15) Y Saúl dijo: Los han traído de Amalec, porque el pueblo perdonó lo mejor de las ovejas y de los bueyes para sacrificarlos a Jehová tu Dios; y el resto lo hemos destruido por completo.

(16) Entonces Samuel dijo a Saúl: Quédate, y te diré lo que el SEÑOR me ha dicho esta noche. Y él le dijo: Continúa. (17) Y Samuel dijo: Cuando eras pequeño ante tus propios ojos, ¿no fuiste tú puesto por cabeza de las tribus de Israel, y el SEÑOR te ungió por rey sobre Israel? (18) Y el SEÑOR te envió de viaje, y dijo: Ve y destruye por completo a los pecadores, los amalecitas, y pelea contra ellos hasta que se consuman.

(19) ¿Por qué, pues, no escuchaste la voz del SEÑOR, sino que huiste sobre el botín, e hiciste lo malo ante los ojos del SEÑOR? (20) Y Saúl dijo a Samuel: Sí, he obedecido la voz del SEÑOR, y he seguido el camino que me envió el SEÑOR, y he traído a Agag, rey de Amalec, y he destruido por completo a Amalec. (21) Pero el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, la mayor parte de las cosas que debían haber sido completamente destruidas, para sacrificarlas al SEÑOR tu Dios en Gilgal.

(22) Y Samuel dijo: ¿Se deleita el SEÑOR con los holocaustos y los sacrificios, como en la obediencia a la voz del SEÑOR? He aquí, mejor es obedecer que sacrificios, y escuchar que la grasa de los carneros. (23) Porque la rebelión es como pecado de hechicería, y la obstinación como iniquidad e idolatría. Por cuanto has rechazado la palabra del SEÑOR, él también te ha rechazado para ser rey.

Tenemos aquí la conferencia solemne entre Samuel y Saúl, sobre el tema de la desobediencia de Saúl, y la terrible consecuencia de ella, en la determinación del Señor de destronarlo. Contemplamos, en el lenguaje directo del profeta, el propósito inalterable y el descontento fijo de Dios contra el pecado. Y vemos en Saulo lo que el corazón de todo hombre está desprovisto de gracia, lleno de excusas y pretensiones justificativas, como los primeros pecadores en el Edén, para suavizar sus transgresiones.

¡Pobre de mí! no hay un hombre vivo que no se cubra bajo esta cubierta. Y hasta que Dios el Espíritu Santo no convenza del pecado, ninguno de los descendientes de Adán está convencido de él, para ver la absoluta necesidad de un Salvador. ¡Precioso Espíritu de verdad! cumple ese oficio bendito que el Hijo de Dios prometió que realizarías en la mente de su pueblo, y convénceme de pecado, de justicia y de juicio.

Haz a Jesús precioso a mi modo de ver, porque solo lo es para los que creen. Juan 16:8 ; 1 Pedro 2:7 .

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad