Esta es una hermosa oración, y tanto la forma de dirigirse, como la aparición del rey y su pueblo la hacen sorprendente. Se dice que todo Judá, con sus pequeños, esposas e hijos, se presentó ante el Señor, como para unirse a la súplica. Seguramente debe haber tenido un efecto muy interesante. Y observe el argumento de la oración. Primero, Josafat aboga por la soberanía de Dios; a continuación, la relación de Dios en los compromisos del pacto en los que se había condescendido a ponerse, como el Dios de Abraham y con su simiente en Israel; luego, la dedicación del pueblo a Dios según el discurso de Salomón; con la vista puesta en el templo, mediante el cual tenían derecho al favor de Dios.

Después de afirmar estas cosas como el fundamento de una seguridad en la protección de Dios, Josafat presenta la aflicción actual como el tiempo para que el Señor obre en su rescate. Luego muestra la bajeza de Moab y del ejército confederado, en el sentido de que el Señor no permitiría que su pueblo los molestara cuando salieran de Egipto. Y, por último, Josafat concluye arrojándose a sí mismo ya su pueblo sobre la soberanía de su Dios, como aquellos que no podían sino tener la certeza de triunfar en el favor divino.

Hay un vasto grado de sólida fe y confianza, con ferviente piedad, en esta oración, y no es difícil rastrear la dirección de la gracia a través de sus diversas partes. Pero, me parece, si el lector lo considera espiritualmente, y con la mirada puesta en el evangelio, se eleva a un punto infinitamente más alto de sublimidad. La salvación de Jesús se basa en la soberanía de Jehová. Aquí descubrimos el amor eterno y la sabiduría de Dios en la ordenación.

Aquí también Dios se ha puesto en la relación de pacto más cercana, en la persona de su amado Hijo; porque Dios en Cristo es verdaderamente el Dios de nuestros padres. Y como Josafat señaló el templo como el santuario de defensa, al cual debía mirar el angustiado israelita; ¿No era esto típico de Jesús? ¡Cuán hermoso, entonces, es contemplar las misericordias del evangelio en la redención consumada de Jesús, así representada en una época tan lejana a la época del evangelio, cuando la manifestación abierta de misericordia se daría a conocer en el Señor Jesucristo!

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