El Espíritu Santo no ha considerado apropiado registrar cuáles eran estas cargas. Que Joás murió así y que su hijo Amasías se convirtiera en su sucesor, es la parte final de su historia. ¡Pobre de mí! ¡Qué página más melancólica forma!

REFLEXIONES

Las mejoras que se pueden obtener de la lectura de este capítulo parecen muy obvias y tan importantes como claras. En la conducta de Joás vemos hasta qué punto los hombres pueden llegar a llevar a cabo los propósitos de la religión cuando las circunstancias externas corresponden para convertirla en su interés, mientras que la podredumbre en el centro está en el corazón. En toda esta reforma exterior, cuán claro es que no hay regeneración, no hay obra de Dios el Espíritu; sin volver el corazón a Dios; ninguna consideración real por su honor y gloria.

¡Oh! Bendito Espíritu de verdad, glorificador de Jesús, deja que se manifieste tu obra en mi alma. Te suplico, oh Señor Todopoderoso, con mi alma y en mi alma, la causa de Jesús. Por tus descubrimientos a mi propia visión del pecado, de la incredulidad, de las concupiscencias y todo el tren de afectos corruptos, ¡oh! dame para ver, sentir y ser sincero en la búsqueda de Jesús en toda su plenitud, idoneidad y gracia, para que toda mi alma sea verdaderamente resucitada de las obras muertas para servir al Dios vivo y verdadero.

En la muerte de Zacarías, contemplemos el valor real, sólido y sustancial de la verdadera fe. ¡Oh! por la gracia de ser seguidores de aquellos que ahora, por la fe y la paciencia, heredan las promesas. Mira, alma mía, qué precioso testimonio dio el Señor Jesús en los siglos posteriores a esta muerte de su fiel siervo. Y tú, que vives en tiempos más felices, y no estás llamado a resistir hasta la sangre, asegúrate de estar siempre listo para dar testimonio de la verdad tal como es en Jesús.

Esfuérzate en el Señor y en el poder de su fuerza. Como Pablo, no consideres tu vida cara a ti mismo, para que puedas terminar tu carrera con gozo, peleando la buena batalla de la fe y aferrándote a la vida eterna. Rodeado de semejante nube de testigos, aprende a correr con paciencia la carrera que tienes por delante, mirando a Jesús, el autor y consumador de la fe. ¡Precioso Señor! en todas las cosas tienes la preeminencia.

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