Esta expresión de que Amasías hizo lo recto ante los ojos del Señor, pero no con un corazón perfecto, arroja una luz sobre todo su carácter. Lo que hizo en forma de adoración fue mera forma y ceremonia. Descubrió que era una cuestión de política estatal mantener el servicio en el templo. Su interés estaba preocupado, y por eso lo siguió. Y, sin duda por el mismo motivo, si su interés hubiera estado en la dirección opuesta, Amasías habría estado tan vivo como para haberlo perseguido. ¡Pobre de mí! que es el hombre!

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