REFLEXIONES

¡Señor! mientras miro y contemplo las riquezas y las provisiones que traen a tu templo, ¿qué tengo para ofrecer o traer al servicio de mi Dios? ¡Bendito Jesús! dame gracia, como aquella pobre viuda, cuya ofrenda miraste, para traer mis dos blancas, mi alma y mi cuerpo, porque todo lo que tengo, y todo lo que soy, y siempre seré, es de ti, Señor, y de tu generosidad, y de la tuya te daría.

Pero ¡oh, precioso Jesús! ¿Llevaron los levitas el arca a su lugar, y toda la nación de Israel celebró la fiesta con sacrificios, que no podían ser contados ni contados por la multitud? ¡Sacrificio todo-eficaz, al cual ellos ministraron, que eres tú mismo, en toda la plenitud de tu amor y redención!

Te bendigo, gran Sumo Sacerdote de una mejor dispensación, establecida sobre mejores promesas; que ahora ninguna nube podrá interceptar tu vista, cuando, en la gloria de Jehová, hayas llenado la casa de nuestro Dios. Podemos contemplarte y te contemplamos, por fe, en tu palabra, en tus ordenanzas, en tus visitas de gracia a nuestros corazones. Y podemos verte, y te contemplamos, por fe, cuando te veamos entrar en el cielo mismo, para presentarte allí ante la presencia de Dios por nosotros, habiendo obtenido eterna redención por tu sangre. ¡Granizo! ¡Santo y bendito Señor Jesús! sé tú nuestra esperanza, nuestro gozo, nuestra salvación aquí abajo, como eres, y serás nuestra porción para siempre.

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