REFLEXIONES

Cuán alentador es ver las bondadosas respuestas de Dios a los clamores y súplicas de su pueblo. Seguramente, como dijo el profeta en otra ocasión, el Dios que responde por fuego sea Dios. Pero ¡oh! Cuán seguro es que el Señor Dios que ha respondido y responde, por la aceptación del sacrificio de Jesús, él debe ser Dios. ¡Sí! bendito Señor! en la rica redención de tu amado Hijo has oído y respondido, y has manifestado que en él será justificada y se gloriará toda la descendencia de Israel.

¡Señor! Quisiera verte para que, como mi ojo y mi alma desean estar eternamente fijos en Jesús, me concedas todo lo que necesito en todas mis angustias y dificultades. Y si los cielos se cierran, o si hay enfermedad, pestilencia o mal, tienen su comisión de devorar; sin embargo, Señor, mira, te suplicamos, a Jesús, y acepta en él a los pobres pecadores. Perdona y perdona a tus pobres criaturas, y deja que la sangre y la justicia de Jesús rueguen cuando el pecado más clama contra las iniquidades de tu pueblo.

Considera, Señor, que son tu pueblo, obra de tus manos, y a quienes has hecho pacto contigo mismo. Señor, sé muy misericordioso por tu nombre, y no permitas que la iniquidad sea nuestra ruina. ¿Ves, te suplicamos, todos somos tu pueblo?

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