¡Qué triste relato es este! Aunque Jehú tuvo la gracia de destruir a Baal, no tuvo la virtud de resistir los becerros de oro de la idolatría. ¡Pobre de mí! ¿Qué es el hombre en sus más altos logros? ¡Oh! Querido Señor Jesús, ¿dónde buscaremos la perfección sino a ti? Sé mi justicia, sabiduría, santificación; porque en ti tengo todas las cosas.

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