A qué espantoso estado estaba Israel ahora reducido; pero aún ni una palabra de reforma. No escuchamos de un solo alma que envíe un grito al cielo. ¡Pobre de mí! ¡Cómo endurece la mente el pecado! ¡Y en qué grado terrible ha caído nuestra naturaleza cuando, pasando por alto todos los sentimientos naturales, ocurren hechos tan espantosos como los que aquí se registran con respecto a estas mujeres!

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