Dejemos que el lector marque las benditas propiedades de la gracia distintiva. ¡Oh! Cuán endurecido estaba el corazón del rey de Israel, por haberse olvidado tan pronto del ministerio de Eliseo, al traer a los sirios por ceguera a su poder. Y aún más: confiesa que ve la mano de Dios en ella y, sin embargo, se atreve a rebelarse. ¡Lector! Ora, no pases por alto y olvides que por la caída todos los hombres son iguales. Si la gracia preventiva y restrictiva te ha mantenido felizmente alejado de pecados tan presuntuosos, aprende a contemplar la causa y dale a Dios la gloria.

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