(29) Y Abner y sus hombres caminaron toda esa noche por la llanura, y pasaron el Jordán, y atravesaron todo Bitrón, y llegaron a Mahanaim. (30) Y Joab volvió de seguir a Abner; y cuando hubo reunido a todo el pueblo, faltaron de los siervos de David diecinueve hombres y Asahel. (31) Pero los siervos de David habían herido a Benjamín y a los hombres de Abner, y murieron trescientos sesenta hombres. (32) Y tomaron a Asael y lo sepultaron en el sepulcro de su padre, que estaba en Belén. Y Joab y sus hombres estuvieron toda la noche, y llegaron a Hebrón al amanecer.

La separación de los dos ejércitos y su regreso a sus respectivos lugares, por el momento, puso fin a la guerra. ¡Pero lector! no hay tregua, ni tregua, ni cesación en esa guerra que el pecado y Satanás hacen contra el ejército santo de nuestro David espiritual. Una vez que el soldado cristiano se ha abrochado la armadura, nunca se la quita hasta que la muerte lo desnuda. ¡Queridísimo Jesús! armame para la pelea, para que pueda soportar las penalidades como un buen soldado de Jesucristo. 2 Timoteo 2:3 .

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