(24) También Joab y Abisai siguieron a Abner; y se puso el sol cuando llegaron al collado de Amma, que está delante de Gía, en el camino del desierto de Gabaón. (25) Y los hijos de Benjamín se juntaron en pos de Abner, formaron un solo ejército y se pararon en la cumbre de un collado. (26) Entonces Abner llamó a Joab y dijo: ¿Devorará la espada para siempre? ¿No sabes que habrá amargura al final? ¿Cuánto tiempo pasará entonces, antes de que mandes al pueblo que vuelva de seguir a sus hermanos? (27) Y Joab dijo: Vive Dios, que si no hubieras hablado, ciertamente entonces por la mañana el pueblo había subido todos de seguir a su hermano. (28) Entonces Joab tocó la trompeta, y todo el pueblo se detuvo, y no persiguió más a Israel, ni peleó más.

El terreno que ganó Abner y la bendición de la puesta del sol dieron tiempo para que cada grupo lo considerara. Las pausas en la vida, como en innumerables ocasiones, son cosas preciosas. La dirección de Abner está bien ordenada, aunque no se basa en la verdad. Había comenzado la pelea. Primero había propuesto la obra mediante la cual se desencadenaba la batalla posterior. La respuesta de Joab es noble y sumamente generosa con un enemigo que cae, aunque se cuida de echar la culpa completamente a donde se debe.

Si no hubiera hablado primero, no habría habido batalla; y si no hubiera hablado ahora, la paciencia de Joab se habría manifestado en la misma mañana. Pero Lector, al alabar a Joab, no deja de descubrir la mano de un Dios misericordioso en el evento. Aquí alguna vez mantendría un ojo fijo.

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