(28) Y después, cuando David lo oyó, dijo: Yo y mi reino somos inocentes ante el SEÑOR para siempre de la sangre de Abner, hijo de Ner; (29) Que descanse sobre la cabeza de Joab y sobre todos los hijos de su padre casa; y no falte de la casa de Joab el que tenga flujo, o que sea leproso, o que se apoye en un báculo, o que muera a espada, o que carezca de pan.

Por muy apropiado que fuera, y apropiado en David, apelar a su propia inocencia con respecto a la muerte de Abner, para que el mundo no se sintiera tentado a sospechar que David envió a buscar a Abner sólo para asesinarlo; sin embargo, las imprecaciones de las que hizo uso eran sumamente reprobables, porque, como sabemos, no fueron sancionadas por la autoridad divina. ¡Queridísimo Jesús! ¡Cómo nos golpea la vista tu brillante ejemplo de misericordia, en el que en la cruz oraste pidiendo perdón, incluso por tus asesinos!

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