REFLEXIONES

¡LECTOR! que sea su felicidad y la mía, al leer este capítulo, para señalar la superioridad del evangelio a la ley. Evidentemente aquí vemos por la provisión hecha para ciertos casos a los que no podrían llegar las restricciones externas, cuán infinitamente trascendente es ese culto espiritual, al que son llamados los creyentes en JESÚS, que no están sin ley para DIOS, sino bajo la ley para CRISTO. La ley no hizo nada perfecto, pero el traer una mejor esperanza lo hizo, por lo cual nos acercamos a DIOS.

Pero principalmente, Lector, en la lectura de este Capítulo, que usted y yo obtengamos la gracia del gran glorificador de JESÚS, para contemplarlo como una sombra en esos servicios de la ley. ¡Bendito espíritu de verdad! guía nuestras almas a toda la verdad. ¡Di, Santo Señor! ¿No es JESÚS cuya sangre, derramada en el valle de este mundo, abre una fuente para el descubrimiento de todas las transgresiones asesinas de nuestra alma, por las cuales nos destruimos a nosotros mismos?

¿Y no es él nuestra paz al hacer la paz para nosotros con nuestro DIOS, con nuestra conciencia, con nuestro prójimo, con el mundo, con todas las cosas? ¿No es él el santo guerrero que venció el pecado y la muerte, y trajo a casa nuestras almas cautivas para su salvación? ¿No es él quien, por el amor que tiene a nuestras personas, nos ha desposado con él para siempre jamás? ¡Y no se contentó con ser convertido en una maldición por nosotros cuando colgó del madero y soportó toda la presión de nuestros pecados, para que en su justicia pudiéramos ser bendecidos! ¡Dios te salve, santo, bendito y querido JESÚS! sé tú mi fuerza y ​​mi cántico, porque tú eres mi salvación; Engrandece mi alma al SEÑOR, y mi espíritu se regocija en DIOS mi Salvador.

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