¡Dulce precepto! ¡Oh! para que el bienaventurado Recordador de CRISTO JESÚS, incluso DIOS el ESPÍRITU SANTO, pueda realizar con gracia este precioso oficio, tanto en el corazón del Escritor como en el del Lector, y traer continuamente a nuestras mentes olvidadizas las muestras del amor divino, que se han manifestado hacia nosotros a través de todo nuestro estado salvaje!

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