(3) Porque el judío Mardoqueo era el siguiente del rey Asuero, y grande entre los judíos, y aceptado entre la multitud de sus hermanos, buscaba las riquezas de su pueblo y hablaba de paz a toda su descendencia.

¡Qué carácter tan encantador se le da a Mardoqueo! Aceptado de sus hermanos; buscando su felicidad y hablando paz a toda su simiente. Piensa, lector, en la bendición que debe haber sido un hombre así en sus días.

Pero ¡oh! no olvides mirar a Uno infinitamente más alto, infinitamente más grande, infinitamente superior a todos los demás, tanto en amor como en gracia y misericordia. Tú, oh bendito Jesús, eres la felicidad de toda la creación y de tu iglesia, de la manera más peculiarmente dulce: aceptado en verdad por todos tus hermanos, porque buscas la felicidad de ellos, y no solo hablas de paz a toda tu simiente, sino tú mismo eres nuestra paz, y nuestra porción para siempre. Miqueas 5:5

¡ADIÓS, Mordecai! Bendito sea un Dios fiel en el pacto por su fidelidad a ti y a su pueblo. Agudos fueron tus ejercicios, y profundas las aguas de la tribulación que irrumpieron sobre ti; cuando bajo la presión, un fuerte y amargo grito salió de tu alma. Pero ¡oh! cómo te sacó el Señor, y te condujo por el fuego y el agua, hasta que te llevó a un lugar rico. Mira, alma mía, y en la mirada siempre confía en la contemplación, cuán cierto es el tema en todos los nombramientos del Señor.

Nada ha fallado, ni puede fallar jamás, de los compromisos del pacto de Dios con su pueblo; pero todo ha sucedido como en este día. ¿Y no serán seguras todas las promesas en Cristo Jesús para toda su simiente? ¿Lanzó Mardoqueo un fuerte y amargo clamor en medio de la ciudad, mientras en el mismo momento el Señor estaba realizando todos los propósitos de gracia que siguieron? ¡el sudor de su sagrado cuerpo era como grandes gotas de sangre cayendo al suelo! ¿Fue el Hijo de Dios así afligido, y su alma sumamente turbada, en el mismo momento en que, por el determinado consejo y la presciencia de Dios, iba a ser apresado, y por manos inicuas crucificado y matado, para que por sus llagas pudiéramos ser sanado, y por su muerte nuestras almas viven para siempre: ¿Se desanimará mi corazón, o dudará de la eficacia de su sangre y de la seguridad de su justicia? ¡Oh! Señor, de ahora en adelante dame más firmeza, más seguridad de fe, para que pueda contemplarte en esas sagradas estaciones logrando la redención, segura para toda tu simiente.

Debes ver la aflicción de tu alma. La palabra solemne, el juramento solemne se ha pronunciado; Benditos sean los hombres en ti; todas las naciones te dirán bienaventurada. ¡Granizo! ¡Santo, bendito y todopoderoso Jesús! En el Señor tengo justicia y fuerza. A ti vengo, y en tu salvación me gloriaré. Tú eres el Señor mi justicia, la esperanza de Israel y su Salvador. Amén.

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