(1) Cuando Mardoqueo vio todo lo que había sucedido, Mardoqueo rasgó sus vestidos, se vistió de cilicio con ceniza, salió al medio de la ciudad y dio un grito fuerte y amargo; (2) Y llegó incluso antes de la puerta del rey, porque nadie podía entrar por la puerta del rey vestido de cilicio. (3) Y en cada provincia adonde venía el mandamiento del rey y su decreto, había gran lamento entre los judíos, ayuno, llanto y lamento; y muchos yacían en cilicio y ceniza.

El tema llega a un punto muy interesante al comienzo de este capítulo. Mardoqueo sabía muy bien que él era la causa que había provocado la venganza de Amán. Sin embargo, no se retracta ni busca humildemente la paz con Amán. Esto habría sido para haber cortejado el favor del hombre y menospreciar la confianza que tenía en DIOS. Fue la causa de DIOS en la que se embarcó: y, sin duda, sus ojos estaban en el SEÑOR en busca de liberación.

Pero hasta que se produzca la liberación, si al SEÑOR le agrada conceder tal misericordia, Mardoqueo da rienda suelta al dolor. Ciertamente, es un rasgo hermoso de su carácter, que salió públicamente, con este grito en medio de la ciudad, para mostrar que era judío. Pero mientras vemos el tema en su primer y literal sentido como una historia, creo que podemos, sin violencia, en lo que concierne a la iglesia de DIOS, contemplarlo también espiritualmente.

Se hace una proclamación de la justa ley de DIOS contra el pecado y la transgresión; porque, carente de liberación por parte de JESÚS, destrucción universal y eterna ciertamente caerá, de la presencia de nuestro SEÑOR, sobre todos los que no conocen a DIOS, y no obedecen el evangelio del SEÑOR JESUCRISTO. Y mientras el pecador despierto no esté familiarizado con los medios de escape en la redención de JESÚS, como Mardoqueo se rasgará la ropa y gritará con un gran y amargo grito; ¿Qué debo hacer para ser salvo?

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