REFLEXIONES

¡LECTOR! mientras oro pidiendo gracia tanto para ti como para mí, que podamos derivar toda la instrucción adecuada de nuestro bondadoso Dios del pacto, como se nos presenta en este capítulo, manifestándose en la liberación de su pueblo y la ruina de sus enemigos, ambos como Dios de la providencia y de la gracia, te ruego, con mayor sinceridad, que dejes que lo que se dice de Mardoqueo y la honra puesta sobre él, lleven tu mente a la contemplación de Jesús.

Ciertamente en el día, cuando desde la puerta y desde la cárcel, Jesús fue exaltado a la diestra de Dios como Príncipe y Salvador, y todos los principados y potestades le fueron sometidos, la exaltación de Jesús, como la Cabeza gloriosa de Dios. su iglesia, se estableció entonces; y como nuestro adorable Redentor y Salvador, Jehová manifestó que se deleitaba en honrarlo. Y pensad cómo el Señor Jehová se ha complacido en honrarlo.

No sólo le ha dado un nombre que es sobre todo nombre, sino que agradó al Padre que en él habitase toda plenitud. No solo lo ha hecho el Salvador de los pobres pecadores, sino que ha hecho que todos los ángeles de luz lo adoren. Todo el empleo y servicio de su iglesia a continuación es honrar al Hijo, como ellos honran al Padre. Y toda la obra de la iglesia de arriba es también para honrar a Cristo: el cántico de los ángeles, así como el de los redimidos de entre los hombres, está dirigido al que está sentado en el trono y al Cordero que fue inmolado, por los siglos de los siglos. .

¡Lector! ¿Cómo honraremos tú y yo a aquel a quien el Padre se complace en honrar? Solo hay una forma. ¡Oh! para que la gracia lo siga. Oraría pidiendo fe para honrar a Jesús como el Padre lo honra. Y mientras Jehová encomienda toda su gloria a Jesús, yo encomendaría toda mi salvación: honraría a Jesús como el Enviado de Dios, el sellado de Dios, el Ungido de Dios, el unigénito Hijo de Dios, lleno de gracia y de verdad. .

¡Sí! bendito Jesús! Desearía honrarte así, amarte eternamente, vivir para ti, no ser más mío, sino como tuyo por compra, por la soberanía de tu gracia sobre mi corazón, y como el regalo del Padre para a ti, para los benditos propósitos de mi salvación. Bendito sea Dios por todas las providencias, todas las promesas, todas las misericordias, todas las dispensaciones; pero sobre todo, ¡bendito sea Dios por Jesucristo!

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