(3) Y volvió a hablar Ester delante del rey, y, postrándose a sus pies, le suplicó con lágrimas que apartara la maldad de Amán el agagueo y su plan que había ideado contra los judíos.

Admiro muy eminentemente el carácter de Ester en este particular, ya que no olvidó el estado de aflicción de sus hermanos. La proclamación de Amán para la destrucción de los judíos en todas las provincias, firmada por el rey y enviada por todo el imperio, todavía estaba en vigor, y los pobres cautivos, sin duda, yacían temblando ante la expectativa del día. Por tanto, Ester no se permitió participar del fruto de sus servicios, para su propia comodidad personal, hasta que los vio también provistos.

No puedo dejar de admirar mucho esta conducta de Ester; pero si admiro a Ester en esto, ¿cómo puedo pasarte por alto? Benditaste a Jesús, quien, habiendo vencido la muerte, el infierno y la tumba, y vuelto a la gloria, no perdonaste. tu atención un momento a las preocupaciones de tu pueblo de abajo. Y no sé, amado Señor, que tal es tu amor inigualable por tus redimidos, que nunca serán completos tus triunfos, hasta que los hayas traído a tu alrededor en gloria, para que donde tú estés, allí también estén.

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