REFLEXIONES

Mira hacia arriba, alma mía, y ve a ese gran sumo sacerdote de tu profesión, ese Todopoderoso Aarón de la dispensación del Nuevo Testamento, el Señor Jesucristo, entrando, vestido con sus santas vestiduras de gloria eterna y de belleza eterna, ante Dios y el Padre; y aún llevando en su preciosa persona como un cordero inmolado, las marcas de tu redención. Y, ¡oh, por la gracia en pleno ejercicio, que venga a comerciar con los méritos todopoderosos, omnipresentes, todo expiatorios, todo suficiente y la justicia de su persona en una ofrenda! ¡Oh! llévame sobre tu corazón y sobre tu brazo, cuando presentes tu memorial delante del trono.

He aquí, bendito Jesús, cuáles son mis necesidades, y suplístelas todas. Que cada caso y cada circunstancia de mi alma, y ​​las almas de tu pueblo, formen parte de tu recuerdo. Y cuando me acerques al estrado de mi Padre, para recibir la gracia de ayudar en todo momento de necesidad, por tu bendito Espíritu, vístete con las vestiduras de tu justicia y las vestiduras de tu salvación, para que yo sea aceptado en ti. , los queridos.

Porque es de tu competencia hacer todo esto, tanto para proveer como para vestirte, tanto para amueblar como para adecuar a tu pueblo para tu salvación. Rezo humildemente por gracia, en tus queridas manos para encomendar todas mis preocupaciones, por tiempo y por la eternidad. Has comprado nuestra eterna redención, y es tuyo otorgarla, conservarla, llevarla a cabo y perfeccionarla en nosotros, hasta el día de tu acuñación. ¡Oh! guarda para ese día lo que te he encomendado.

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