REFLEXIONES

Qué escritura tan preciosa es esa, y qué explicación más completa ofrece a todo este Capítulo: La ley fue dada por Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. Señor, quisiera orar, escribir tus leyes en mi corazón, y mientras, por las dulces influencias de tu Espíritu Santo, soy capaz y estoy dispuesto a seguir el camino de tus mandamientos, ahora has puesto mi corazón en libertad, que mi alma sea constantemente fortalecida y establecida en esa preciosa certeza de que Cristo es el fin de la ley para justicia para mí y para todo aquel que cree.

¡Bendito Dios! que la lectura del privilegio y el disfrute de tu siervo en el monte santo de la comunión contigo, haga que mi alma anhele tan dulces y vivificantes manifestaciones de tu gloria, en las misericordias del pacto, para que pueda saber lo que es disfrutar de la comunión con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. ¡Oh! que los actos continuos de fe y los ejercicios de la gracia se realicen por la obra del Espíritu, en mi corazón, sobre cada una de las personas de la Deidad.

Y que las frecuentes comunicaciones del amor de Jesús tengan este bendito efecto en mi corazón, que, como resplandeció el rostro de Moisés, así la conversación de mis labios pueda indicar con quién he estado más en comunión. Concede, Dios bendito, que esta sea mi misericordia: que al contemplar a rostro abierto como en un espejo la gloria del Señor, yo sea transformado en la misma imagen, de gloria en gloria, como por el Espíritu del Señor.

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