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En este capítulo tenemos una relación de los embajadores de Dios, Moisés y Aarón, que se presentaron ante Faraón para exigir, en nombre de Dios, permiso para que Israel celebrara una fiesta al Señor en el desierto. También se registra la respuesta de Faraón, en la que desprecia a Dios. Los embajadores insisten en la necesidad de la medida, no sea que Dios castigue a los israelitas con enfermedad o con la espada. Y el Faraón para manifestar su desafío al poder de Dios, impone al pueblo de Israel mayores cargas de esclavitud.

En consecuencia, los hijos de Israel son tratados más rigurosamente: hacen quejas al Faraón: que se reciben con descuido: se quejan de Moisés y de Aarón, murmuran, a la dispensación de Dios: y el propio Moisés se mancha de la insatisfacción, y vuelve a protestar con Dios.

Éxodo 5:1 ; Isaías 52:4 ; Ezequiel 3:26 .

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