REFLEXIONES

¡Señor! Te ruego que des, tanto al escritor como al lector, un espíritu de sabiduría y revelación en el conocimiento de Cristo Jesús; sin el cual esta Escritura, sí, todas las Escrituras de nuestro Dios, serán como un libro sellado y una visión no abierta. Y si, Señor Todopoderoso, hay algo que conduzca a Jesús en este capítulo divino, oh, guía también mi alma al conocimiento de Él, para que conociéndolo, pueda estar creciendo en el conocimiento y el amor de Él para siempre.

¡Y oh, precioso Señor Jesús! como en tu infinita condescendencia apareciste una vez, como el intercesor de tus redimidos, dame para mirar hacia arriba y verte en el mismo carácter todavía: sí, Señor, puedo seguirte por fe, cuando subas del querubín y te veo entrar en el Lugar Santísimo, sí, en el cielo mismo, para presentarte allí ante la presencia de Dios por nosotros. ¡Oh! Tú, querido, hombre de gloria, Cristo Jesús; dame que me vista de tu justicia, para que cuando vengas finalmente a juzgar al mundo, y a esparcir la indignación y la ira sobre todos los adversarios de Dios, como el fuego del que aquí se habla se esparció entre las ruedas; en tu justicia tendré confianza, y no me avergonzaré delante de ti en tu venida. Aun así, amén.

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