Hay una gran belleza en el original, tanto en este versículo como en el versículo 7. Así dice el Señor Dios, todo hombre; es hombre, hombre, insinuando algo más fuerte que la frase cada hombre, la duplicación o reiteración del hombre. Ruego al lector que observe también esas dos grandes y solemnes expresiones en este pasaje, primero, el Señor le responde por sí mismo; y, en segundo lugar, el Señor está poniendo su rostro en contra de ese hombre. ¡Lector! ¿Puede su imaginación imaginar algo más solemne o alarmante?

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