Se le ordena al Profeta que sea muy particular en cuanto al día y la hora precisos de esta maravillosa transacción. El noveno año de la cautividad, en el décimo mes llamado Tebet; e incluso el día del mes. Y esto fue sin duda con miras a testificar el juicio de Dios, en el sitio de Jerusalén. Porque ese Ezequiel, que ahora estaba en Babilonia, debería poder decirle a la gente allí, como lo hizo, lo que estaba sucediendo en ese mismo día en Babilonia, no podía proceder de nadie más que del Señor mismo.

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