REFLEXIONES

PAUSA, lector, sobre este capítulo, y conecta con él el primero; y aprender de los propósitos seguros y ciertos del Señor en su cumplimiento. Cuando vemos así al Señor Jehová saliendo para castigar a las naciones, y especialmente teniendo en cuenta las injurias infligidas a su pueblo, ¿qué representación solemne ofrece de la soberanía de Dios? ¡Oh! ¿Podríamos aprender más humildemente a inclinarnos ante la decisión justa y omnisciente del Señor, en sus dispensaciones tanto de hombres como de cosas, cuán diferente sería nuestra estimación de lo bueno y lo malo de lo que es ahora? Aquí, en este capítulo, así como en varios otros alrededor, contemplamos el celo del Señor por su pueblo en el castigo de las naciones; en todo lo cual debemos señalar su soberanía e inclinarnos implícitamente ante ella.

¿No hará bien el Juez de toda la tierra? ¿Por qué y de dónde se dirigen así sus dispensaciones? ¿Por qué Cristo, su gran don, se presenta a una nación con mano plena, libre y extendida, mientras que otros no conocen al Señor ni la operación de su mano? ¿Quién se encargará de él para determinar? Es el Señor, (dijo un alma antigua profundamente ejercitada, bajo las más pesadas aflicciones), que haga lo que bien le parezca.

Esto fue suficiente para detener todas las quejas. No agrega más. ¡Bendito Señor! dame gracia en la lectura de tus juicios, y, marcando tus misericordias, para aprender, como David, a cantar de ambos, y dirigirte mi cántico. Ciertamente yo soy tu gloria está en todo; y cuando este es el objetivo a alcanzar, la destrucción de Egipto o la liberación de Israel, deben ser correctas. Otra vez digo: ¿No hará bien el Juez de la tierra?

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