REFLEXIONES

¡Cuán agradecidas, después de las aflicciones, son las renovaciones del gozo! ¿Qué refrescantes son las manifestaciones de JESÚS después de largas y oscuras temporadas de su ausencia para el alma? ¡Lector! Que la lectura de este Capítulo esté seguro de llevar tu corazón al examen de si JESÚS se ha dado a conocer a ti de otra manera que al mundo. Porque sin esto se perderá la mejor y más importante mejora. ¡Oh! ¡Qué dulce es mirar a aquel a quien por el pecado y la desobediencia hemos vendido por esclavo! Es precioso, en verdad, contemplar al que fue herido por nuestros pecados y molido por nuestras iniquidades; ahora resucitado y exaltado a la diestra del poder; y aunque cambiado de estado, aún conserva la misma naturaleza, y aún no se avergüenza de llamar a su pueblo Hermanos.

Queridísimo JESÚS, envía los carros de tus ordenanzas para traernos a ti. Al Egipto de la muerte y el sepulcro te seguiremos para contemplar tu gloria. Y como el bien de toda la tierra está delante de nosotros, y en el cielo en el que has entrado, sólo has ido antes como nuestro precursor para tomar posesión en nuestro nombre; allá nos lleve tu buen ESPÍRITU, como a nuestro hogar eterno, donde esperamos verte cara a cara, y conocerte como somos conocidos.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad