REFLEXIONES

¡LECTOR! ¿Cómo cerraremos nuestra meditación sobre el tema del evangelio contenido en este capítulo, en mejores términos que buscando la gracia para captar la nota del Profeta, y bendecir a Dios y exaltar su santo nombre, como lo hizo, por las misericordias que aquí se registran? ¡y con el que el Señor consoló a su Iglesia y pueblo, en días lejanos a la venida de nuestro Señor Jesucristo! ¡Piensa, lector! ¡Cuán misericordioso es el Señor, y fue y siempre será, que hará feliz a su pueblo en la expectativa de bendiciones, así como en el disfrute de ellas! De modo que por la fe, nuestros padres en la Iglesia, que nos precedieron, vivieron en Cristo y se deleitaron con la sangre y la justicia del Redentor, como las almas de sus redimidos ahora viven y se deleitan con él desde la redención: la obra ha sido completada; y todos, con un solo corazón y una sola boca, glorifican al mismo Dios,

¡Granizo! Dios y Padre santo, misericordioso y todopoderoso! que las almas de todo tu pueblo te bendigan y te alaben, en ya través de la persona y obra de nuestro adorable Mediador; que de tu propio amor libre y eterno es que has hecho fiesta de las cosas gordas en tu Iglesia, tu santo monte. Sí, Señor, eres tú quien nos has dado a Jesús, tu Hijo amado y siempre bendito, y con él nos has dado todas las cosas.

¡Granizo! ¡Bendito Emanuel! Fortaleza eres para tus pobres, banquete para tus hambrientos, vestidura para tus desnudos; sí, todo, en la vida, en la muerte, en el tiempo y por toda la eternidad. Eres tú, bendito Jesús, quien en nuestra naturaleza ha vencido el pecado y todas sus terribles consecuencias, y completa y finalmente y completamente quitó su reprensión y enjugó todas las lágrimas de todos los rostros.

¡Granizo! ¡Bendito y eterno Espíritu! ¡por cuyas enseñanzas llenas de gracia se nos dan a conocer estas cosas preciosas, y por cuyas influencias divinas nuestros corazones son llevados tanto a creer como a regocijarse en ellas! ¡Bendito sea tu santo nombre, por el descubrimiento de que la boca del Señor lo ha hablado!

¡Señor! agregue una bendición; más a las innumerables bendiciones contenidas en este capítulo, si está de acuerdo con tu santa mente y voluntad; y hacer que el corazón del que escribe y del que lee, conozca su propio interés personal en las bendiciones mismas. ¡Oh! por gracia aquí, para que en la gloria de aquí en adelante, podamos unirnos a esa canción de éxtasis: He aquí, este es nuestro Dios, lo hemos esperado, y él nos salvará: este es el Señor, lo hemos esperado, nos alegraremos y regocíjate en su salvación. Amén.

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