Aquí hay otro cargo solemne, y más directo que el anterior. Los errores no solo se encuentran en Efraín, sino también en Judá; no solo entre los carnales, sino también entre el profesor. ¡Sí, se dice que los ministros de Dios, tanto el profeta como el sacerdote, se equivocaron con la bebida fuerte! ¡Precioso Jesús! ¿Es posible que podamos contemplarte bebiendo la copa del temblor hasta las heces? ¿Y que alguno de los que ministran antes de ti, y en tu nombre, puede ser hallado bebiendo de la copa del borracho? Bien podría clamar Isaías y exclamar: ¿A quién enseñará conocimiento? De todo este pasaje debería parecer que la gente bromeaba con lo que se decía y lo convertía en risas.

Algunos han traducido la palabra, que traducimos labios tartamudos, labios ridículos; y esta idea parece hacer probable la cosa. Y si el sacerdote y el profeta en verdad se equivocaron con la bebida alcohólica, es más que probable que se volvieran ridículos en lo que predicaban. ¡Pobre de mí! ¡Pobre de mí! ¡En qué estado ha caído nuestra naturaleza!

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